Texto

Cuando leemos, los ojos se detienen 300 milisegundos en cada palabra. Suficientes para convertir el entramado de segmentos en significado. Y saltan abruptamente, a la siguiente. Leemos como una vieja máquina de escribir, con un engranaje sofisticado y relativamente lento que barre el texto.

Cada tanto los ojos toman un atajo. Saltan frases enteras, buscando el futuro del texto. Otras vuelven al pasado, a lugares del texto que han quedado pendientes. Así, del mismo texto cada uno convierte su relato. De fragmentos más pertinentes que otros, de intereses, de censuras, de vergüenzas…

Visto, no visto es el retrato de este relato. Nuestra primera obra fue sobre el libro “Histoire de l’oeiul” de Georges Bataille un libro erótico, plagado de tensiones, suspensos, recovecos incómodos para la mirada. Seguimos los ojos minuciosamente. Y luego construimos dos libros complementarios que forman una escultura de papel. En un libro recortamos todo lo mirado. Como si la mirada quemase, agujerease, recortase. En el otro lo no mirado.

Esta misma idea la elaboramos en otras instancias. Así, la descripción de la luna de de Galileo se convierte en especie de sábana que cuelga como un papiro en la pared de todo agujereada por la cual atraviesa la luz. O, lecturas de distintas personas de un mismo poema, cada una de las cuales se transforman en una escultura mínima de papel, revelando en su forma de origami única, la radiografía de la mirada de un lector.

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